(3) la visita a los enfermos
(3)
La experiencia de la visita a los enfermos:
Era miércoles.
Juancito no había tenido clases ese dia en el colegio, e, iría, entonces, a acompañar a la abuela mamá Carmen en la visita de los enfermos, según habían programado en la parroquia. Irían, además, otras tres señoras más que hacían la tarea de la pastoral de llevar la comunión a los enfermos. Esta vez, también iría el párroco y administraría la unción, además de la Eucaristía. Juancito estaba contento porque ir a visitar a los enfermos era una tarea que abuela mama Carmen hacía con mucho cariño y dedicación, todos los domingos. También lo hacían otras señoras más, y cada una tenía un sector y unas calles asignadas e iban después de la misa. Cada señora portaba una cajita pequeña y ahí llevaban las hostias que el párroco les daba al terminar la misa, y que ellas cuidaban con mucho esmero y respeto.
Esa mañana del miércoles, y que era de la tercera semana de la Cuaresma, se irían a visitar a doce enfermos.
Todos iban en el carro del párroco y Juancito estaba contento. Iban hablando de lo importante de ese apostolado y de lo sacrificado que era, pues suponía y exigía mucha dedicación, sobre todo, mucho cariño. Mas, por el hecho de que todas la ministras extraordinarias de la parroquia eran señoras bastante mayores de edad, y de las que se estaba muy agradecidos, por su laboriosidad y constancia en esa tarea.
-- Vamos primero al bloque uno – dijo la señora Francisca
-- Donde usted diga – respondió el párroco.
Llegaron a la entrada del edificio. Salió una señora a abrir la puerta de la entrada. Todos se saludaron con besitos y abrazos. También Juancito saludó de la misma manera. Subieron las escaleras al segundo piso. Entraron y en la sala estaba la señora Rosa, a quien le iban a administrar los sacramentos de la Eucaristia y de la Unción de los enfermos. Saludaron a la señora Rosa. Encendieron una vela y el párroco se colocó la estola de color blanco. Juancito no perdía detalle. El padre dijo: -- La paz del Señor, habite en esta casa – Y las señoras contestaron: Amén. Entonces, el padre empezó a leer unas oraciones de un libro amarillo que llevaba. Una de las señoras tenía un frasquito en la mano y un algodón. Y otra señora tenía la vela encendida. Y la señora Rosa estaba sentada en el sillón y cerraba los ojos cuando el padre rezaba las oraciones del librito.
-- Te lo pedimos, Señor – contestaron varias veces todas las señoras y también la señora Rosa, que tenía los ojos cerrados y juntaba las manos, y se le veía que estaba muy concentrada en las oraciones. Después que el párroco hizo otras oraciones, metió el dedo pulgar en el frasquito que tenía una de las señoras, y se untó una cosa en el dedo y le hizo una cruz a la señora Rosa en la frente. Así lo hizo por tres veces seguidas, mientras iba diciendo una oración. Enseguida, el párroco le puso las dos manos a la señora Rosa encima de la cabeza, y dijo otra oración. La señora Rosa se veía que estaba muy concentrada. Había mucho silencio y se sentía una cosa bonita. Se sentía mucho respeto en ese momento y había un recogimiento piadoso.
-- ¡Amén! – contestaron todos. Juancito estaba muy atento a todo lo que se estaba haciendo, y también juntaba las manos. Sus ojos brillaban y movía la cabeza buscando no perderse ningún detalle de lo que estaba sucediendo.
-- Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros – dijo el párroco, así como dice cuando celebra la misa. Lo dijo dos veces más, y después dijo: “Dános la paz”. Igualito como se dice en la misa, y tenía en la mano una hostia pequeña. El padre le dio la comunión a la señora Rosa. Y, todos volvieron a decir: Amén.
Después le dieron la vela a la señora Rosa, que la tomó en la mano, y todos rezaron el Padrenuestro. También Juancito, porque también se sabía la oración. El padre hizo otra oración y se dieron la paz. Fue bonito. Terminado, se despidieron todos de la señora Rosa, y ella les daba las gracias, y se le veía muy contenta.
Después fueron a otras casas. Y en una de esas visitas había un señor que estaba acostado en una cama de esas que se usan en los hospitales. El señor estaba muy enfermo y tenía unas cosas colocadas en la nariz para poder respirar. El padre hizo unas oraciones más largas y otras oraciones distintas que en las otras casas no hizo. Pero no le dio la comunión porque el señor no podía abrir la boca y tenía los ojos cerrados, y si le puso el aceite y le puso las dos manos en la cabeza, igual que con todos los otros enfermos que visitaron El padre invitó a todos los de la casa a que acompañaran en ese momento, y había bastante gente rezando con el padre. Le pusieron la vela en la mano, pero el señor no la podía agarrar, y, entonces, otro señor agarró la vela e hizo que el tocara la vela, mientras todos rezaban el Padrenuestro. La gente estaba llorando. Juancito ponía atención a todo.
Así fue que Juancito reilón acompañó a mama Carmen, a las otras señoras y al párroco en la visita de los enfermos. Pero, Juancito reilón estaba serio, y no se reía. O se reía muy poco ese día. Tal vez, porque era muy en serio lo de la visita de los enfermos, y porque quería contarle todo-todito a Pedrito preguntón, su hermano mayor.
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