(11) Una noticia...
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Una noticia y fin del cuento:
En los últimos días, no acompañaban a mamá Carmen, ni Pedrito ni Juancito.
-- ¡Hola, señora Carmen! – saludaban algunas señoras, como de costumbre, a la abuela, en las tardes de esos días. Y, entraban en conversaciones en las que hablaban de esto y de aquello, de los dolores de artritis, de las noticias de las familias de aquí y de allá.
-- ¿Y, qué hay de la vida de Juancito? – preguntó la catequista esa tarde, pues el muchachito no había asistido a la catequesis, y su manera de reír hacía sentir su ausencia.
-- ¡Creo, que ya no vendrá más! – dijo mamá Carmen. Pero, la catequista no había escuchado bien la respuesta, y siguió borrando el pizarrón y limpiando el salón de clases, para dejarlo impecables para la siguiente actividad del grupo del otro día, que vendría a las clases, según el orden y cronograma, y según su propio proceso de formación, que era el mismo, pero en etapas diferentes, por ser distintas las edades de los niños y organizados en grupos distintos.
-- ¡Maestra!.... ¡Maestra! – dijo uno de los niños que ayudaba a organizar las sillas para dejarlas en orden, mientras otros ayudaban en la pulcritud y limpieza de las instalaciones. Quien llamaba a la maestra, era una niña de ojos saltarines y de cabello recogido en forma de crinejas, que le colgaban en ambos hombros. La niña había escuchado lo que decía mamá Carmen, y al llamar la atención de la catequista, buscaba que esta se percatara de la información transmitida.
-- ¡Rebeca… recoge bien las sillas! – dijo la catequista a la niña, asegurándose que la limpieza y el orden fueran bien dirigidos y controlados.
-- ¡Pero….Maestra…! – volvió a decir la niña… no dando mucha oportunidad de ser atendida en su solicitud…
La catequista ya estaba enterada de la noticia que mamá Carmen le comunicaba, y había hecho ademán de no haber escuchado. Ya los padres de Juancito habían comunicado que se estaba en trámites de viajar al extranjero, y ya habían solicitado la constancia de la organización de la catequesis de la parroquia, de estar participando en la formación inicial cristiana. Ya habían solicitado sus respectivas fe de bautismo, tanto de Juancito, como la de Pedrito. Todo estaba a punto de finiquitar y de ejecutar. Todo estaba andando. Los demás niños no lo sabían. Si lo sabían la coordinadora, la catequista, el propio párroco, y los propios Juancito y Pedrito, y la familia.
Se supone, que María, la de la esquina no lo sabía. Ya preguntaría por ellos un domingo, al darse cuenta que sus empanadas no se habrían vendido todas… O, tal vez, porque le haría falta sus travesuras y carcajadas, después de la Eucaristía de los domingos, donde había comenzado todo. Y, como es lógico, donde termina todo.
Y, colorín colorado, este cuento se ha acabado.
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