(6) Las clases de catecismo

  


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Las clases de catecismo:



Pedrito y Juancito estaban en las clases de catecismo, por la diferencia de edad, cada uno estaba en cursos diferentes. Juancito estaban con los niños que tenían nueve años; y Pedrito, con los niños de once. La maestra de catecismo de Pedrito era una señora que no era señora, porque no estaba casada ni tenía hijos. Pero era una señora porque no era una muchacha joven, aunque si era relativamente joven; pero, era señora, por la edad. No era vieja, pero no era joven. En cambio, la maestra catequista de Juancito si era una señora porque casada y también era abuela, porque tenía nietos. Y, también hacía las mismas cosas que hacía la abuela mamá Carmen en la Iglesia: cantaba, rezaba y llevaba la comunión a los enfermos todos los domingos. Era una señora un poco seria y un poco gordita; no mucho, pero sin un poquito gordita. La abuela mamá Carmen era más delgada.


A las clases de catecismo, los dos asistían en días distintos. Pedrito iba los lunes, y Juancito, los jueves. Siempre en la tarde. Las maestras llegaban una media hora antes y abrían el salón de clases. Abrían las puertas y encendían los ventiladores para que el salón estuviera ventilado y fresco, y limpiaban el pizarrón. También colocaban algunos dibujos en el frente del salón, de acuerdo con los temas que iban a tratar.


Ese año Pedirto iba a hacer la primera comunión. Llevaba dos años de preparación. Papá y mamá tenían que venir también a las clases, y venían los miércoles en la noche, a las siete. Eran otros dos los catequistas de la noche, y la llamaban pastoral de representantes. A papá y a mamá les gustaba asistir a esas clases, porque se hablaba de cosas muy interesantes. Una vez les pusieron una canción que decía “Me olvidé de vivir”, y los dos lloraron mucho, y cuando regresaron a la casa, en la noche, se daban muchos besitos y se tomaban de la mano.  Siempre lo hacían, pero ese día lo hicieron más. Los dos hacían todo lo posible de asistir juntos a las clases de los miércoles; y cuando no podía uno, entonces, iba el otro. Pero casi siempre iban juntos. Regresaban contentos.


Los representantes, una vez hicieron una escenificación de la parábola del buen samaritano, en donde golpean a un hombre y lo dejan casi muerto. El párroco, al comenzar la actividad de ese día, había leído la lectura del evangelio, y, entonces, las mamás y los papás hicieron la escenificación. Una señora hizo del hombre al que habían golpeado; dos señoras más hicieron de los que habían golpeado al hombre, que era ese día una mujer. Otro señor hizo del hombre que tenía una residencia, o como una casa donde la gente se quedaba a dormir. Dos señores pasaron por un lado de la señora que estaba en el piso pidiendo ayuda. La señora gritaba: “!Auxilio!…. ¡Auxilio”!…. Y decía…!amigo!…. ¡Amigo!… ¡ayúdeme!…. Y los dos señores dijeron que estaban muy ocupados y que iban muy rápido, y que  no podían ayudarla. En ese momento, los que estaban mirando que eran los otros representantes de la catequesis estaban llorando. La señora que estaba en el piso también lloraba, pero lloraba distinto a los que estaban sentados en las bancas de la Iglesia. Ella lloraba y gritaba y todos se asustaban por la manera en que lloraba. Y los hacía llorar, pero lloraban distinto. Papá y mamá también lloraban. A Juancito, que tenía nueve años,  le daba ganas de ir a decirle a la mamá, que tranquila, que no llorara, que eso no le dolía a la señora, que eso era que se estaba haciendo…. Que no llorara. Pero, casi todos estaban llorando. Juancito estaba muy atento y miraba a todos los representantes. Algunas señoras se limpiaban las mejillas con las dos manos. A algunos papás se les pusieron los ojos rojos, y algunos apretaban los dientes en los labios y hacían un gesto de resistencia como para no llorar.


Cuando se terminó la escenificación, entonces, el párroco les hizo una pregunta a todos, y todos empezaron a hablar. También papá y mamá de Juancito y Pedrito hablaron. Fue muy bonito. Tal vez por eso es que a papá y mamá de los dos muchachitos les gustaba la catequesis. Ese día de la escenificación era sábado en la mañana, y estaban todos los representantes y algunos niños del catecismo. Juancito y Pedrito también estaban.

La catequesis era muy bonita. Se aprendía cosas buenas, como que Dios había creado todo; como también que Adán y Eva se habían comido una manzana y que Adán le echó la culpa a Eva; y que la serpiente hablaba y había tenido una larga conversación con Eva, y Eva se puso a hacerle caso a la serpiente; después la serpiente se burlaba porque había engañado a Eva; pero ya era tarde, porque Eva ya se había comido la manzana, y después Adán también comió, pero comió otra manzana, pues en el árbol de las manzanas había muchas, y Eva se comió la de ella. Entonces, Dios apareció caminando por el jardín donde estaban Adán y Eva, y saludó a Adán: -- “Hola, Adán”—le dijo Dios. Porque Dios y Adán eran muy amigos y se saludaban así, con mucha confianza, y se chocaban la mano cuando se saludaban. Pero Adán no le quiso contestar. Otra vez Dios volvió a saludar a Adán: -- “Hola, Adán”. Y Adán estaba escondido porque le daba pena que Dios lo viera porque Adán no tenía ropa. Tampoco tenía antes. Pero, ahora a Adán le daba pena. Entonces, Adán, dijo que era por culpa de Eva. Que era Eva. Y Eva no sabía por qué le estaban echando la culpa. Pero Eva si sabía. Era porque se había comido una manzana. Pero también Adán se había comido otra manzana. Y en el árbol había muchas manzanas. ¿Cómo hizo Dios para saber que faltaban dos manzanas? De seguro que las tenía todas contadas. Por eso fue que, a lo mejor se dio cuenta. O, ¿sería la serpiente que hablaba mucho fue y le dijo a Dios que Adán y Eva se habían subido a la mata de las manzanas y habían bajado dos manzanas y se las habían comido? Bueno, entonces, Dios se molestó mucho-mucho, porque Adán y Eva no podían comer de esas manzanas. Y, además, Adán y Eva no tenían hambre porque comían de todo lo que estaba en ese jardín. O, sería que a Eva le dio hambre de comer manzana, porque, a veces, también a Pedrito le daba hambre de comer helados, por ejemplo. Pero, fue la serpiente la que tiene la culpa porque le dijo mentiras a Eva. Y, Eva también tenía un poquito de la culpa, porque ella sabe que las serpientes no hablan, y, ¿entonces, para qué se pone a hablar con una serpiente que habla, si las serpientes no hablan? Parece como loca Eva. Bueno, aunque, en la televisión todos los animales hablan. Pero eso es en la televisión, pero en la vida real los animales no hablan.


En la catequesis se aprendía muchas cosas bonitas.


Las catequistas eran unas señoras y daban catecismo de lunes a viernes. La catequista del sábado, era una muchacha, y trabajaba en la semana, por eso daba catecismo los sábados. Ella se reía mucho y era muy cariñosa. Pero casi no hablaba con nadie. Llegaba daba las clases y cantaba y enseñaba juegos y todo eso. Pero, después siempre estaba muy seria.


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